Una raza nueva de caballos para jineteadas y destreza gaucha? Hoy no parece una quimera para un grupo de criadores con fuerte arraigo en las fiestas populares de la Argentina, que sienten que hay un vacío que deben ocupar para fijar reglas claras que protejan tanto a los animales como a los jinetes, además de procurar alcanzar una nueva raza de equinos con aptitudes para distintas formas de destreza de la tradición gaucha.
Cada fin de semana miles de bonaerenses peregrinan en ciudades, pueblos o parajes de la provincia para asistir a fiestas populares de jineteadas o pruebas de destreza. Es lo mismo que ocurre en el resto del país, en particular en las provincias de la pampa húmeda. Una tradición inmemorial que no tiene fronteras y que cada domingo, entre el otoño y la primavera, reúne a familias enteras en fiestas paganas alrededor de un asado y al alivio de montes tupidos para ser testigos de ese juego inmemorial entre animales indómitos y la pericia de jinetes osados.
«El hombre y el caballo están unidos desde todos los tiempos», dice Pedro Lucio Sarciat, uno de los representantes más emblemáticos de las tradiciones gauchas de la provincia de Buenos Aires, que acaba de asumir como el primer presidente de la Asociación de criadores de caballos para destrezas gauchas de la Argentina. Faltaba una organización que agrupara a esos criadores, mientras otros productores, como los de polo, por ejemplo, cuentan desde hace años con sus propias entidades.
En Palermo, tiempo atrás, hubo protestas por el maltrato animal y en algunas ciudades se pidió la suspensión de las jineteadas. Esta situación fue movilizadora para quienes defienden estas fiestas. Las jineteadas duran entre 8 y 12 segundos y en ese tiempo el hombre debe demostrar toda su destreza. Pero las fiestas no se nutren solo de jineteadas. Hay otros deportes que cosechan miles de adeptos: tropillas entabladas, pruebas de riendas, corridas de sortijas, que tienen gran arraigo tradicional y se desarrollan durante el año en todo el país.
La asociación pretende establecer las reglas y garantizar los controles en defensa del animal y también de quienes lo montan, para quebrar las resistencias contra estas prácticas ancestrales. «Se persigue poder hacer estos espectáculos sin que nadie los prohíba, con una reglamentación que proteja tanto al animal como al jinete», sostiene Sarciat desde Rauch, que en esa búsqueda no está solo. Lo acompaña un puñado de cultores de las tradiciones gauchas como el criador de Pringles Oscar Althabe; el exjinete de América Daniel Piris, organizador de fiestas en la provincia, La Pampa y San Luis, y su hijo Nahuel, contador y exjinete. También están José Andraca, de Tandil y exjinete, y Marcelo Pellejero, de Las Flores, un conocido organizador de fiestas populares en la pampa bonaerense, a los que se les suman Carlos Islas, Juan Cruz Sierra y el veterinario y exjinete de destacada trayectoria Nacho Largel.
Uno de sus objetivos, quizá el más ambicioso, es «fomentar la crianza de equinos de la raza para todo tipo de destrezas gauchas y su constante mejoramiento en base a aptitud y tipología». Esto es lo que describe el estatuto firmado el 30 de agosto último y significa, ni más ni menos, que se buscará una nueva raza de caballos para las destrezas gauchas. El objetivo es, a partir de las razas puras como criolla, mestizas livianas y pesadas, con un patrón común en sus orígenes con sangre de las razas Bereber, Árabe y Siria, seleccionar una nueva cimarrón que reúna de las tres las características principales: rusticidad, velocidad y tamaño.
En todas las razas aparecen caballos indómitos, explica Sarciat, uno de los criadores de caballos de doma más reconocidos y propietario de reservados que han dado que hablar en la historia de las jineteadas en el país. Siempre hay uno, de cualquier raza, que no se puede amansar y ese es, justamente, el separado de la tropilla para las jineteadas. Pero a esos equinos hay que protegerlos, y eso es, justamente, lo que pretende la asociación con el dictado de una reglamentación estricta. Entre sus objetivos figura el de inspeccionar y aprobar la inscripción de los animales que demuestren aptitud para la práctica de jineteadas y otras destrezas gauchas.
Los animales, sostienen los miembros de la flamante organización, tienen que estar en buen estado, con edad mínima y máxima, y se debe velar para que los ejemplares se utilicen para ese deporte, a lo sumo, una vez por mes. Las espuelas no deben cortar, tienen que ser un estímulo y se tiene que utilizar un formato único en el país.
Con el correr de los años, el ambiente de las jineteadas ha ido mutando. Cambió el perfil de los jinetes, muchos de ellos ahora son profesionales que abrazaron este deporte como un hobby. Y hoy quieren sostenerlo, continuar con la tradición de padres y abuelos, pero con mayores controles y seguridad para terminar con las resistencias que cada tanto intentan frustrar el desarrollo de estas fiestas de la tradición argentina.
(Nota del periodista rauchense Jorge Rosales para el diario La Nación)