El recuerdo a José Gabriel Dumón

A Liliana Aizpurua

Como los gigantes de Rabelais, variaba su tamaño,
-lo hacía para ayudarnos a simular la diferencia –
siempre fuimos a su respecto, pequeños.
Los hombres y las cosas fuimos, al lado de él,
pequeños.
Si entraba en una Corte, la Corte y el caso que iba
a defender, estaban por debajo de su alzada.
Cuando ingresaba al Recinto, el hemiciclo se
abarataba.
Todo Ministerio fue para él minúsculo; su servicio
fue una pulsión secular.
Al llegar al pueblo, suscitaba un murmullo de polis en
el ágora.
y cuando partía, la plaza se trocaba en mercado
y los pipiolos se enseñoreaban del comité.
Pequeña también le quedó la vieja divisa;
como patrón de la nave que se va a pique,
la abandonó cuando ya no pertenecía a nadie.
Que espíritu desmesurado para el siglo!!
Hace unos días se mudó al corazón del pueblo.
Los propios, los antagonistas y los indiferentes
sabían que un costado suyo había sido tocado por
el ala de un ángel.
Demasiado grande para nosotros,
Que decir para la mujer que lo amó.

Carlos Echevesti

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.