ESCRIBE EL DOCTOR HERNANI JUSTO BARILI
El siguiente artículo relata el desenlace trágico del Capital Federico Aguiar, pero antes, trataré de describir por donde pasaba la seguridad del país, de la provincia y del partido de Rauch.
Por un lado estaba la Guardia Nacional de la Campaña y por otro la Guardia de Policía dependiente del Juzgado de Paz, hoy, sería la Policía local dependiente del Intendente. En estos años se desarrolla la Guerra del Paraguay (1865-1870), conflicto que terminó por enfrentar al Paraguay con la Triple Alianza formada por el imperio de Brasil, Argentina y Uruguay.
La Guardia Nacional, creada por Decreto Nº 830 del 28 de abril de 1854 por el Presidente Justo J. de Urquiza, fue un grupos de civiles enrolados y armados voluntariamente como cuerpos auxiliares del ejército regular, de cada una de las provincias de la Confederación Argentina, que eran convocados y movilizados eventualmente en defensa de las instituciones públicas en los casos extremos de conmoción interna o peligro de indios (*).
En 1865, la Ley Nº 129 estableció el enrolamiento en la Guardia Nacional de todo argentino, de diecisiete a cuarenta y cinco años para los casados, y hasta los cincuenta para los solteros.
Por otro lado, estaba la llamada Guardia de Policía, a cargo del Juez de Paz Francisco M. Letamendi. En abril de 1873, el juzgado a cargo, contaba de una partida de Guardia de Policía, compuesta de un oficial, un sargento y siete soldados, número que no llega a satisfacer las necesidades de la localidad y dadas las circunstancias en que se encontraba el partido por la numerosa población, requería por lo menos de trece soldados.
Entre ellos se encontraban: Valentín González (sargento), Martín Orellano, Ciriaco Leguizamón, Martín Palacios, Claro Chiclana, Isabel Sosa y Cosme Velázquez. De todos ellos solo dos sabían leer y escribir, Chiclana y Sosa. Posteriormente se van varios e ingresan Juan Bustos, Alejo Ramallo, Martín Cabrera y Pedro Mora. En junio de 1873 el Alcalde del Cuartel 4º, Manuel Soliveya, tenía a su cargo dos soldados de la Guardia Nacional, Eleuterio Morales e Isabel Sosa (antes en el Juzgado de Paz y luego Teniente Alcalde con Manuel Soliveya en 1872), posteriormente, ambos exonerados por Francisco M. Letamendi el 20 de junio de 1873.
El 4 de abril de 1873 se nombra Alcalde del nuevo poblado a Martín J. Costa, quien cumplía funciones de Alcalde Interino del Cuartel 6º (actuales Cuarteles Nº12, 13º y 14º). El Juzgado distante 70 km del pueblo, no podía garantizar desde allí la seguridad del poblado, por lo que comienzan los reclamos, que también afectan a los hombres que velan por la seguridad y convivencia de la población.
La Guardia de Policía no percibía buenos salarios, había sufrido rebajas considerables, hecho que conlleva a varios miembros a sustraerse del servicio. Nota enviada el 6 de abril de 1873 al ministro de Gobierno aclarando la situación de la Guardia de Policía: “Al señor ministro de gobierno. Tengo el honor de dirigirme a usted acompañándole copia de un acuerdo del superior gobierno que se haya vigente respecto de los oficiales que deben mandar las partidas de policía y del que hice mención en el oficio que dirigí a usted el 15 de febrero próximo pasado, en el que solicité un aumento al sueldo del oficial de la partida anexa a este juzgado.
Otras razones podrá aducir en pro de mi pedido pero debo pasarlas por alto para no distraer más a usted de sus numerosas atenciones, solo me limitaré a rogarle quiera ponerlos en conocimiento del Superior Gobierno del que forma parte para que se digne mandar sean reformados Los sueldos de la partida a mi cargo que en ello hará un acto de justicia. Aprovecho la oportunidad para reiterar al señor ministro las inquietudes que mandó”.
En ese mes de junio el pueblo contaba con seis soldados (hoy, policías). El sueldo del oficial era de $900, el sargento cobraba $470 y cada soldado $58,3, con un adicional de $8,3 para el rancho diario; percibían el sueldo el 1º de cada mes. Eran soldados, entre otros, Prudencio Pérez y Venancio Villareal. El Juez de Paz había autorizado a Martín J. Costa, a reunir todos los caballos cuyos dueños no se conociesen y entrasen en el ejido, y se los destinarían al servicio policial.
Siendo Comandante Interino, el Capitán Francisco Aguiar, firma una nota al gobernador de la provincia Dr. Mariano Acosta el 30 de julio de 1873, junto a otros vecinos para que el Juzgado se traslade al nuevo pueblo.
El 14 de noviembre es nombrado Alcalde del pueblo de Rauch Saturnino Pita, tras rechazar el cargo Francisco Martínez, tomando posesión del cargo el día siguiente, entregándole el Alcalde saliente el archivo, armas y utensilios de la alcaldía bajo inventario. Al mismo tiempo, el Capitán Francisco Aguiar, es nombrado Oficial de Policía del partido asumiendo la titularidad el mismo día de ese ramo y de la dotación de diez hombres; cuando se incorporen los del Juzgado, su número se incrementará. Puedo decir que Francisco Aguiar fue el Primer Comisario del partido.
El 19 de enero de 1874 fallece en la estancia “Porvenir”, el oficial de Policía Capitán Francisco Aguiar. Es un hecho inesperado, había llegado triste y pensativo. Reunido con Francisco M. Letamendi en el comedor de la estancia, súbitamente sufre convulsiones durante una hora hasta expirar. Redactó un informe Francisco M. Letamendi:
“Un incidente tan doloroso como inesperado acaba de venir a poner esta casa en la mayor consternación. Francisco Aguiar que, desde que llegó esta mañana lo notamos muy triste y pensativo, como a las cuatro estaba en nuestro comedor, cuando de súbito se vio de una descompostura y tan furioso ataque nervioso, que lo acostamos y después de una serie de convulsiones, pero sin calambres, expiró, sin que remedio alguno haya podido ejercer su acción benéfica sobre un cuerpo que ya no presentaba sino síntomas mortales; no durando ni una hora.
En tal estado y sospechando por las muestras patentes de las venas del lado izquierdo del cuello y la acción de llevar desde su principio las manos sobre su corazón, cuando se vio preso de horribles convulsiones, pueda haber sido víctima de una aneurisma y no habiendo aquí facultativos que practiquen un reconocimiento y aun la autopsia si fuese posible, procederá Ud. mañana temprano cuando llegue el cadáver, que va acompañando el Secretario Sr. Basilio Arancivia, a hacer que el Dr. González y el Dr. Mileo (Salvador), a quien se oficia en este momento para que concurra mañana bien temprano a ese pueblo, hagan un prolijo reconocimiento y consignen en un informe científico los fenómenos extraordinarios que en aquel se notasen. Dará Ud. al mismo tiempo sus órdenes para que se prepare un cajón decente y sea sepultado en el cementerio de ese pueblo. Dios guarde a Ud.”.
El hecho del Capitán Francisco Aguiar, aplazó la entrega del Juzgado a su sucesor, Manuel Anasagasti, hasta el 22 de febrero de 1874.